viernes, 6 de noviembre de 2020

ETERNIDAD


Un haz de sol entraba por la ventana e incidía en una rosa que se desmayaba en un jarrón polvoriento.

En la cama, juntas sus cabezas, Rachel y su prima Susan cuchicheaban , no fuera a enterarse el ama de llaves que andaba siempre con la oreja pegada en las puertas para ir con el chisme a la dueña de la casa.

- Rachel - dijo Susan - seguro que los médicos dan con la cura de tu extraña enfermedad.

- No estoy segura - suspiró Rachel y se quedó mirando un punto fijo en la pared por encima del hombro de su prima - Te cuento un secreto?

- Me encantan los secretos.

- John está viniendo hacia aquí. Viaja en el Titanic. Va a pedirle mi mano a Padre y... - bajó aún más la voz - Estoy embarazada. Tal vez un hijo me salve.

Susan dibujó una o con su boca y abrazó con fuerza a Rachel.

En alta mar, apoyado en la barandilla del barco, John soñaba con Rachel. Sonreía. Su futuro suegro daría el visto bueno, se casarían y serían felices siempre. Vencería la enfermedad a base de cariño.

Palpó el bolsillo interior de su chaqueta y sacó un pequeño estuche de terciopelo negro donde descansaba un solitario de oro con un diamante engarzado.

Todo acabó en pocas horas. Un ruido infernal, un choque desastroso contra un iceberg, lloros, gritos, súplicas y el Titanic pasó a la historia.

El cuerpo de John flotaba boca abajo con el anillo de pedida entre sus dedos. En el mismo momento Rachel sintió un frío polar dentro de su cuerpo y pronunciando el nombre de su amado exhaló su último suspiro.

Las gaviotas sobrevolaban el tapiz de ahogados. Graznaban contentas mientras se lanzaban en picado a comer los trozos de carne que podían arrancar. Una de ellas alzó el vuelo con un anillo en su pico.

ETERNIDAD

Un haz de sol entraba por la ventana e incidía en una rosa que se desmayaba en un jarrón polvoriento. En la cama, juntas sus cabezas, Rachel...